martes, setiembre 23, 2008

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Hace unos meses le hice una entrevista a Shila Alvarado sobre su último libro, Tomando té. Los cuatro gatos que leen este blog ahora se deben estar preguntando: ¿y este tipo para qué le hizo una entrevista a Shila? La respuesta es simple y contundente: un día, la productora de la editorial estaba llamando a un tipo que era director de una revista horrible donde colaboré en alguna época. Shila dijo entonces que yo le había hecho, hacía tiempo, una entrevista para la misma revista, y más o menos fue así como terminé escribiendo lo que sigue. Lamentablemente, el tipo luego se negó a publicarla, diciendo que había dejado la revista y que en su lugar estaba un chico llamado Elvis no sé qué, que al final tampoco quizo publicar el texto. Y no es que el texto sea malo, de hecho me parece una entrevista muy bonita, porque me esforzé en preguntarle cosas que los demás periodistas que la entrevistaron por aquella época no le preguntaban, inmersos siempre en el mismo círculo monotemático. Después de eso intenté, sin éxito, introducir el texto el diversos medios. Recién ahora me digné a leerlo y me puse a pensar: claro, yo tengo un blog.




Sobrevivió una tarde a ser entrevistada

Ella quiere tomar té

El grupo Santillana vuelve a apostar por la artista e ilustradora Sheila (Shila) Alvarado y esta vez publica un libro sui generis en el país. Tomando té es un cuento ilustrado para adolescentes y adultos publicado por Altea en una edición de lujo.

Sobrevivieron una tarde a ser bebidos. Los personajes del cuento están atrapados en sendas islas-terrones de azúcar en un agitado mar de té. ¿Cómo llegaron ahí? Nadie lo sabe. Lo único cierto es que su historia nos enternecerá. Incluso, nos perturbará.
Cuando se le pregunta a Shila por cuándo escribió el cuento, ella saca de un cajón de su escritorio un grueso fólder. “En el fólder está todo”, confiesa. “Hay un orden dentro del desorden”. Le cuesta trabajo encontrar la versión original de Tomando té y comenta que, cuando envió la invitación para la presentación del libro, un chico del taller de cuentos de Jorge Eslava -en el que estuvo hace como seis años- le contó que aún seguía conservando la copia original.
“¡Aquí está!”, exclama, enseñando la hoja a rayas donde está escrito el cuento de un tirón. “Son solo veintisiete líneas y está escrito casi tal cual como lo escribí. Mi editora hizo algunos cambios, pero básicamente es lo mismo”. Shila no suele ponerle fecha a sus trabajos. La hoja donde está escrito el cuento se pierde entre otro mar de historias aún sin publicar. Ella estima que el texto debe datar del año 2001. Aunque no lo recuerda bien, tampoco parece preocuparle sobremanera. “Todo está perfectamente desordenado”, afirma. Y se ríe.
El año pasado retomó su viejo cuento, Tomando té, para enviarlo a un concurso del que se enteró gracias al Internet. Dicho certamen se celebraba en México y convocó a artistas e ilustradores de todo Latinoamérica. Shila lo ilustro, lo envió y el paquete se perdió en el camino. “Nunca supe qué pasó con él. Cuando llamé al correo solo pudieron decirme que había salido del país”.
Ahora que el libro se ha materializado, Shila no puede creerlo. “Nunca pensé que lo publicarían aquí. Los libros ilustrados se venden en el extranjero, porque aquí no hay mercado para ello. Por eso mi editora me insistía en que le gustaba el cuento, pero no tenía donde ponerlo. Una vez que lo vio terminado, se convenció de que tenía que publicarlo”.
En síntesis, ¿qué es lo que opinas de Tomando té?, le pregunto. “Pues que es tal como lo imaginé”. Aunque el año pasado publicó para Alfaguara Infantil Pelilargo, otro cuento escrito e ilustrado por ella, a Shila le parece que este libro es su mejor trabajo hasta ahora. ¿A quién se lo enviarías? “A Eduard Gorey. Se lo enviaría si estuviera vivo. Tengo que agradecerle, porque si no fuera por él hubiera terminado haciendo lo que me aconsejaban todos”, concluye.


Pedro Casusol